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Mutilación genital femenina.

 Mutilación genital femenina.

“Tenía muchas ganas de que me lo hicieran porque significaba que iba a ser una mujer. Cuando llegó el momento una vecina sujetó mis piernas y otra mis brazos. Me dijeron “No llores, es el honor de tu familia”. Sentí un dolor intenso, vi mucha sangre y perdí el conocimiento. Estuve enferma durante más de 40 días. Nunca lo olvidaré. Gracias a la ayuda recibida de una ONG sé controlar mi orina. Ahora tengo una hija y siempre lucharé por sus derechos y no dejaré que nunca sea mutilada”. 

Mariam es una niña de 16 años de Malí y sufrió la mutilación cuando sólo tenia 10 años. Como ella, entre 100 y 130 millones de mujeres han sufrido algún tipo de mutilación genital femenina.

La mutilación sexual femenina se practica en 28 países de África: Egipto,  Etiopía, Ghana, Guinea, Malí, Nigeria... Pero también se practica en Europa, Estados Unidos y Oriente Medio entre inmigrantes procedentes de estos países. 

En la mayoría de los casos esta práctica  suele efectuarse a niñas de entre 12 y 14 años.  Estas operaciones son realizadas sin las mínimas condiciones higiénicas y con cuchillas u otros instrumentos cortantes sin esterilizar, sin ningún tipo de anestesia o sólo con pastillas para paliar el dolor.

En la mayoría de los casos, la práctica de la mutilación genital femenina se basa en tradiciones profundas o creencias religiosas y culturales: hace que las chicas se mantengan vírgenes hasta su matrimonio, evita comportamientos inmorales, previene muertes prenatales o se considera una imposición religiosa. La razón real es el control de la sexualidad de jóvenes y mujeres. 

 Hay 4 tipos diferentes de mutilación, desde la circuncisión (la menos grave), pasando por la excisión e infibulación hasta la más grave consistente en la eliminación completa de los genitales femeninos externos y que puede incluir el uso de sustancias corrosivas, etc.

La mutilación genital femenina puede tener importantes consecuencias físicas inmediatas (hemorragias, infecciones o tétanos) y permanentes (dificultades a la hora de orinar, infecciones crónicas, infertilidad, fuertes dolores durante relaciones sexuales, el embarazo y el parto). Además, es una experiencia traumática para todas las niñas.

 Gracias a las campañas de sensibilización y mediación realizadas por todo el mundo, los gobiernos de países como Burkina Faso y Senegal han adoptado leyes para prohibir esta práctica. Algunos países en Europa  han adoptado leyes específicas contra esta mutilación. En España, el Código Penal la considera un delito. Por desgracia estas leyes no son suficientes, ya que las personas viajan para realizar esta operación a países donde todavía no está prohibida.

Elisabeth tiene 16 años y no ha sido mutilada: “Me iban a operar cuando sólo tenía 4 años. Mi abuela me llevaba para que me lo hicieran cuando nos encontramos con mi tía que trabaja para un centro que lucha contra la mutilación. Ella sabía que era muy difícil convencer a mi abuela, por eso le dijo que yo tenía anemia y que podía morir en la operación. Volvimos a casa. Luego mi tía convenció a mi abuela y a los demás habitantes de mi pueblo. Gracias a ella, 6 de mis primas se salvaron. Mi deseo es que se oiga su mensaje por todo el mundo”.



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Laura López


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