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Nacionalistas: ¿Héroes o demonios?



"Una, grande y libre", así era la España de los franquistas, no hace tantos años. O al menos, así la veían ellos. Una visión de nuestro país que mucho dista de la realidad. Grande, nunca lo ha sido (menos por aquel entonces); libre, tampoco, pues a lo largo de la historia ha seguido una política de corrupción, represión y sometimiento de un pueblo frecuentemente sin voluntad progresista. Además ha continuado en el torpe intento de equipararse a las potencias europeas, siendo en la mayoría de los casos el hazmerreír del viejo continente. ¿Y una? ¿Acaso alguien puede pensar que España es "una", dada su multiculturalidad, variedad de lenguas y frecuentes conflictos territoriales, germen de disputas y bandas terroristas que tanto nos han herido? 


Pues sí, los hay, y muchos. Básicamente en España hay dos tipos de nacionalismos: el que defiende la idea de país homogéneo e indivisible; y el opuesto, que defiende la autonomía, y muchas veces la independencia, de los distintos territorios que lo forman.

 Los dos vienen de lejos, y han dejado una profunda huella en nuestra historia. El primero ha sido, sin duda, el peor. Existente desde la creación de lo que podría ser España, por los Reyes Católicos, se acrecentó con la dinastía Borbón y posteriormente con el liberalismo que sucedió a la guerra contra Napoleón. No obstante, la defensa de la patria alcanzó su máximo nivel de la mano del fascismo falangista, y todos sabemos (espero) lo ocurrido durante las dictaduras de Primo de Rivera, y sobre todo, de Franco. Este defendía un modelo de Estado totalmente centralista, intentando acabar con las lenguas y culturas tan variadas y ricas de España. Es cierto que no las persiguió tanto como muchos creen, o quieren hacernos creer, pues sí se pudo usar en el ámbito privado, pero ese precisamente es el problema. Se prohibió, al menos en los primeros años de dictadura, escribir o hablar públicamente en catalán, gallego o vasco. Esto provocó un distanciamiento de generaciones enteras con sus lenguas maternas, al no poder utilizarlas a nivel social ni laboral, y afectó a la producción literaria de estas.

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Franco en su desfile en Barcelona, tras ganar la guerra.


Hablemos ahora de aquellos que defendían los derechos de los territorios que forman España, pero como naciones dentro de ellos; los denominados nacionalismos periféricos. Surgen varios siglos atrás en respuesta a las políticas centralistas de los primeros reyes españoles, que siguieron la norma de los estados modernos. Ganaron fuerza en el S.XIX, con el surgimiento de nacionalismos por todo el mundo. Los más notables fueron, y son, el catalán y el vasco. El primero, aunque probablemente menos radical, enfrentó innumerables veces a Generalitat y Gobierno central, llegándose a proclamar la independencia hasta en 5 ocasiones. El segundo, con más fuerza social que política, se alió incluso con los carlistas para conseguir más autonomía. Del vasquismo surgió, durante la dictadura, ETA, banda terrorista causante de más de 800 muertes en España y Francia.
Miembros de ETA en una imagen de archivo.
Banda terrorista ETA, la cual recientemente ha anunciado su disolución.

Lejos de estar recluidos en los libros de historia, ambos nacionalismos impregnan la política y sociedad actuales. Cuatro décadas de dictadura nacional-catolicista han calado hondo en algunos sectores sociales, que aprovechan toda oportunidad para alzar la bandera con el águila guiados por mentalidades retrógradas y discriminatorias. Y, por su parte, ikurriñas y esteladas son visibles en muchos estadios de fútbol y balcones de Euskadi y Cataluña, respectivamente.

La solución de este problema parece complicada, principalmente porque ambos nacionalismos se realimentan entre sí. Muchos piensan, ignorando el origen del centralismo español, que se debe renunciar al deseo autonomista de estos territorios, el cual no entraría dentro de la mentalidad globalizadora de la economía actual. Pero eso no es más que una excusa. Dejando aparte los posibles intereses personales tras ellos, los problemas nacionalistas se solucionarían (ellos y muchos otros) si los políticos fueran capaces de sentarse a hablar, a dialogar, a discutir, con la mente abierta y sin líneas rojas ni inmovilismos. Pero eso parece imposible en nuestro país. 

España es Cataluña, es Madrid, es Euskadi. España es Andalucía, Extremadura, Castilla y Aragón; es Valencia, Murcia, Baleares y Canarias. España es Navarra, La Rioja, Cantabria y Asturias; y también es Galicia, Ceuta y Melilla. España es todo eso; juntos y unidos la formamos. España es muchas, solo cuando esto se reconozca por todos, seremos grandes y libres.



Álex Gutiérrez León. 2ºBachillerato B.















































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