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El verdadero naufragio llega en tierra. Entrevista a una médico de Open Arms

El pasado lunes tuvimos el placer de entrevistar a Leticia, una médico que ha participado en cinco misiones de Proactiva Open Arms en el mediterráneo. Ella es médico de urgencias, y trabaja en el Samu y el Helicóptero de Emergencias del 112 de Aragón, pero entre guardias colabora con con la ONG española dedicada a rescatar refugiados en el mar. Entre las organizaciones en las que ha sido voluntaria se encuentran la Asociación Contra el Cáncer, Médicos del Mundo o Refugees First Aid Support.

Antes de llegar a trabajar con Open Arms ya había colaborado en misiones con refugiados. Y es gracias a una de esas misiones que llegó a la ONG con la que actualmente colabora. Estaba en un campo de refugiados en Calais, al norte de Francia. Allí, asistiendo a uno de los refugiados, un chico de 16 años que venía de Siria y estaba con su madre, éste le contó que habían llegado por la ruta que cruza Lesbos, desde Turquía, y que tanto él como su madre estaban vivos gracias a un grupo de personas que había allí ayudando a la gente. Le explicó quiénes eran, que eran españoles, y le pidió que les escribiera una carta de agradecimiento de su parte. Leticia, después de investigar, decidió contactar personalmente con la ONG Open Arms para ponerse a su disposición. En cuestión de días la llamaron y en dos semanas ya estaba en su primera misión en Lesbos.

“Yo realmente estoy aquí gracias a un refugiado que conocí en Calais y rescataron en Lesbos”

Las misiones en las que se embarcan cada vez que salen a rescatar refugiados duran unos quince días. Esto se debe a que son misiones muy duras. Como dice ella: “Quince días pueden parecer muy poco a priori si lo miramos desde España, desde la vida que llevamos aquí. Pero quince días a bordo de un barco con el sobreesfuerzo físico y psicológico que conlleva… Es necesario limitar las misiones a quince días y cambiar la tripulación cada vez.” La vida en el barco no se reduce únicamente a los rescates, es un trabajo de 24 horas. Cada persona tiene un rol, pero todos tienen que colaborar en las tareas, ya que no pueden permitirse el lujo de llevar alguien específicamente para cocinar o para limpiar: el espacio esta reservado para embarcar al mayor número de refugiados posible.

Aparte de las misiones en si, el sobreesfuerzo también viene dado por el hecho de tener un trabajo en España, ajeno al voluntariado. Aquí tienen que organizarse la guardias con los compañeros para que les puedan coincidir los huecos con las misiones, y a veces tienen que coger también parte del periodo de vacaciones que les corresponde. Pero para Leticia este esfuerzo tiene un significado diferente: “Yo le doy la vuelta, tengo la suerte de poder hacer esto, tengo las herramientas y el conocimiento necesarios para poder asistir en situaciones complejas y un trabajo suficientemente flexible que me permite ofrecer esta ayuda. Soy una afortunada”.

La cantidad de gente que llegan a salvar durante una misión varía mucho dependiendo de la temporada y del tipo de embarcación. Estas últimas semanas están saliendo más barcas desde el norte de África debido al buen tiempo, en cambio durante el invierno los rescates no son tan frecuentes. Durante un rescate se pueden llegar a salvar entre 150 y 300 personas en embarcaciones pensadas para un máximo de 40 pasajeros. Estas pateras suelen estar hechas de goma, aunque también las hay de madera, más grandes, con diversos niveles y con pasajeros incluso en el de la sala máquinas, con el riesgo que esto conlleva para sus vidas.

“La gente huye de la pobreza extrema, de la guerra del terrorismo. Ellos se suben a estas embarcaciones porque es más seguro cruzar el Mediterráneo, con el riesgo que esto supone para sus propias vidas”

La gente que cruza el mar viene de muchos países, pero principalmente de Siria, Eritrea, Sudán, Ghana, Níger, Nigeria y Guinea. Países con un nivel altísimo de violencia y pobreza. Estas personas abandonan su país de origen en busca de una vida segura, y aunque es gente de todas las edades, Leticia nos comenta que hay muchos menores no acompañados. Esto es debido a que, como no tienen los medios económicos para pagar a las mafias el pasaje, las familias ahorran todo lo que pueden para que viaje el miembro con más oportunidades de sobrevivir a la travesía. Y este suele ser el más joven.

Aun así, la parte más dura de las misiones no es el rescate, sino hablar con los refugiados una vez el rescate ha finalizado: “Cuando escuchas las barbaridades que han sufrido, no solo en sus países sino también durante el camino... Es difícil de encajar. El único delito que han cometido [los refugiados] es haber nacido en un país pobre, y además hay gente que se aprovecha de ellos durante el camino. La mayoría de las mujeres han sido violadas, los adolescentes y los hombres han sido tratados como mano de obra esclava. Parece mentira tener que utilizar palabras como estas a día de hoy. En uno de los últimos rescates el 100% de las mujeres habían sido violadas, con un sufrimiento no solo físico. Fue un rescate muy salvaje.”



Otra de las dificultades a las que se enfrentan a diario en el mar es la criminalización de las ONGs y el poco apoyo de los gobiernos. A día de hoy uno de los grandes problemas que encuentran en el Mediterráneo central es el tratado entre la Unión Europea y Libia que refuerza a los guardacostas libios militarmente y amplía su espacio de acción en millas. “Estos se enfrentan a nosotros, van armados, hemos vivido varias situaciones graves; una en la que se hicieron ráfagas de disparos y se nos amenazó, otra en la que se nos secuestró el barco dos horas. El último conflicto fue el 15 de marzo, se nos amenazó con disparar a matar si no les entregábamos a las mujeres y a los niños. Por supuesto, no podemos devolver a los refugiados a países en los que estarán en situaciones de peligro, y menos entregarlos a personas armadas y que están amenazándonos. ”

Este desentendimiento de los gobiernos se da porque el flujo de migración en los últimos años es muy alto. No se están llevando a cabo los acuerdos firmados, se ven desbordados y están levantando muros. “La gente quiere empezar una nueva vida, existe un derecho al asilo político, nosotros lo tuvimos y fuimos beneficiarios de él, ahora deberíamos recordarlo. Nosotros nos centramos en el rescate, en el derecho a la vida, pero el verdadero naufragio llega en tierra. No se está tratando a los refugiados como se debería y ya hay otras ONGs que se dedican a esto”.

Por último nos explica el problema de tener un barco parado durante un mes, el Astral, que estuvo retenido por el gobierno italiano por supuesto tráfico de personas. Esto supone un coste económico muy alto debido al mantenimiento, ya que el barco tiene que estar en constante movimiento. Pero el verdadero problema radica en la falta de ojos en el mar. Hace un año había doce barcos en la zona del Mediterráneo central, cuando retuvieron el Astral solo había dos. Se quedó un único barco para controlar todo el Mediterráneo central, lo que supone un gran número de embarcaciones que, posiblemente, nunca se hayan llegado a localizar. Un gran número de vidas que se hundieron en el mar sin que nadie supiera nada de ellas. La solución a este problema no está nada clara: “Nosotros somos un parche, no tendríamos que estar trabajando en esto, los gobiernos son los que tienen que poner los medios para solucionar esta situación.



Joan Dolz Mensua
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