2º premio Concurso Literario 2015 Categoría B: Música en la noche
MÚSICA EN LA NOCHE
Por fin caían las
luces sobre la ciudad, hundidas entre las nubes. Yo que participaba
pasivamente en la llegada de la noche, alentándola detrás de mi
ventana, siendo espectador del final del día, comenzaba a
desfallecer junto al inmenso cielo. En un momento en torrente
comenzaron a abrumarme mis pensamientos. Esos ojos tuyos Julia, me
ayudaron a hacer acopio de mis fuerzas y a hablarte por última vez.
El oro y rosa que
cubre ahora mismo mi cabeza, el naranja que colma mi existencia, me
hacen traer con nostalgia aquel día a mi habitación, donde
acariciando con el arco las cuerdas de tu violín también
acariciaste mis sentidos. Por primera vez, después de buscar
incansablemente en garitos de mala muerte, en conciertos de
verdaderos virtuosos, en cintas polvorientas que ya desconocen el
sentido de girar, la música me habló. De que te sentías perdida,
malherida, de tu alma atormentada. Y es que tu violín era una
extensión de tu brazo y a la vez deseaba huir y desprenderse. A
partir de entonces sentí deseos de saber de ti. De la mujer que
tocando plantada en la calle hizo enmudecer su alrededor.
Nuestro primer
encuentro en aquella humilde cafetería avivó mi curiosidad. Me
contabas cómo la música te había perseguido desde tu nacimiento,
mientras echabas tres azucarillos al café. A carcajada limpia
respondías a mis anécdotas de profesor frustrado, aquel que entre
sus alumnos reconocía a un nuevo sucesor todos los días.
Hacías música de
mi vida. Música cuando venías a recogerme después del trabajo.
Música de madrugada, al mediodía, música cuando mis dedos
remontaban tu espalda y se deshacían en caricias. Música cuando
entrelazabas tus dedos con los míos, cuando mi chaqueta olía a esos
días de verano en que la brisa soplaba pena traernos nuevos sueños.
Incluso me parecían melodías hermosas muestras peleas de fuego
cruzado, tus ceños fruncidos.
Y quita me siento
como un coco enfermo de amor y soledad escribiendo sonetos, o peor
aún, escribiendo cartas que jamás van a ser leídas.
Pero ya no escucho
música, a pesar de que mis zapatos sigan repletos de arena de la
playa.
Y es que ha
anochecido. Como la luz que se rinde a las tinieblas y es engullida
por la oscuridad; como la fogata que ya no se enciende a pesar del
frío, como el disco que ya no gira, el loco con las teorías más
cuerdas de la tierra, la víctima que simpatiza con el asesino. Quizá
como el suicida que ama la vida.
A pesar de ello voy
a seguir tocando, seguiré con la actuación. Aunque ya nunca más te
encuentres entre el público. Antes de despedirme, no sin cierta
amargura y sintiéndome algo miserable, tú bien lo sabes. Puedo
traerte a la mente aquellas tardes en el sofá, leyendo Nietzsche:
“sin música la vida sería un error” Ahora a mi vida la voy a
convertir en el mayor acierto posible, es lo que me sugiere la música
de esta noche.
Hasta siempre, Julia
Elena Paredes, 2º Bchto B
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