La corrupción como cultura
Durante los últimos años nos hemos ido acostumbrando de manera preocupante a la corrupción, y no porque sean casos leves, sino porque son tantos casos que ya forman parte de nuestra cultura.
Si buscas corrupción en la sección de noticias de Google podrás observar que las últimas entradas serán del mismo día en que se hace la búsqueda y, si miramos cuantos casos de corrupción hay en España, nos podemos dar cuenta de que, según información de 2016, hay más de 120 casos. Todos los días se nos habla en las noticias, los periódicos y las radios sobre tramas corruptas, algunas de las cuales ya no sabemos ni de cuándo son. Esta "sobreinformación" puede parecer buena en principio, todo el mundo conoce las tramas que hay y está suficientemente enterado. El problema es que poco a poco vamos normalizando estas actitudes. Hay países en los que han dimitido ministros por mentir sobre multas de tráfico, cosa que aquí sería imposible, véase Esperanza Aguirre cuando se dio a la fuga en la Gran Vía de Madrid.
Aparte está el hecho de que la información que se da muchas veces no es completa o no es del todo verídica y esto, sumado a que la gente que debería dar explicaciones no dice nada, provoca una confusión general respecto a la corrupción. Si el presidente del gobierno, quien debería como mínimo dar explicaciones, no hace nada, se da una imagen de impunidad (la cual tienen hasta cierto punto) y de normalidad. Toda esta desinformación causada justamente por el exceso de la misma, sumada al miedo generado por los partidos más afectados por la corrupción, hace que el castigo por las prácticas ilícitas no se refleje de la manera que debería en las urnas.
Es común oír frases como "seguiré votando al PP hasta que el último de los diputados esté imputado por corrupción", la cual refleja claramente el grave problema que tenemos aún por solucionar. Un país en el que el presidente es llamado como testigo a un juicio por corrupción, donde el yerno del Rey ha sido condenado a seis años de prisión (aunque no vaya a cumplirlos), donde gran parte de la gente de confianza de la expresidenta de la Comunidad de Madrid está imputada o en la cárcel, donde la corrupción nos cuesta de manera directa o indirecta unos 40.000 millones de euros al año (según información de la sexta) es un país que debería haber salido a las calles hace mucho.
Si buscas corrupción en la sección de noticias de Google podrás observar que las últimas entradas serán del mismo día en que se hace la búsqueda y, si miramos cuantos casos de corrupción hay en España, nos podemos dar cuenta de que, según información de 2016, hay más de 120 casos. Todos los días se nos habla en las noticias, los periódicos y las radios sobre tramas corruptas, algunas de las cuales ya no sabemos ni de cuándo son. Esta "sobreinformación" puede parecer buena en principio, todo el mundo conoce las tramas que hay y está suficientemente enterado. El problema es que poco a poco vamos normalizando estas actitudes. Hay países en los que han dimitido ministros por mentir sobre multas de tráfico, cosa que aquí sería imposible, véase Esperanza Aguirre cuando se dio a la fuga en la Gran Vía de Madrid.
Aparte está el hecho de que la información que se da muchas veces no es completa o no es del todo verídica y esto, sumado a que la gente que debería dar explicaciones no dice nada, provoca una confusión general respecto a la corrupción. Si el presidente del gobierno, quien debería como mínimo dar explicaciones, no hace nada, se da una imagen de impunidad (la cual tienen hasta cierto punto) y de normalidad. Toda esta desinformación causada justamente por el exceso de la misma, sumada al miedo generado por los partidos más afectados por la corrupción, hace que el castigo por las prácticas ilícitas no se refleje de la manera que debería en las urnas.
Es común oír frases como "seguiré votando al PP hasta que el último de los diputados esté imputado por corrupción", la cual refleja claramente el grave problema que tenemos aún por solucionar. Un país en el que el presidente es llamado como testigo a un juicio por corrupción, donde el yerno del Rey ha sido condenado a seis años de prisión (aunque no vaya a cumplirlos), donde gran parte de la gente de confianza de la expresidenta de la Comunidad de Madrid está imputada o en la cárcel, donde la corrupción nos cuesta de manera directa o indirecta unos 40.000 millones de euros al año (según información de la sexta) es un país que debería haber salido a las calles hace mucho.
Joan Dolz Mensua 1batx A
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