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Crítica teatral: ANDRÓMACA, de Eurípides


Como cada año, los alumnos de secundaria hemos tenido el placer de presenciar una obra teatral en el teatro romano de Sagunto. En esta ocasión, Andrómaca, que sin ser la mejor obra de Eurípides, ha sido llevada a cabo de manera muy acertada por el grupo Selene, del instituto IES Carlos III de Madrid.

En lo que a la escenografía respecta, un altar dedicado a Tetis teñido de sangre en medio del escenario. Escueto pero suficiente, sobre todo gracias a la genial idea de situar desde el principio a la diosa Tetis en lo alto de dicho altar. Con esto el director consiguió matar dos pájaros de un tiro, ya que, en primer lugar, facilitó el entendimiento del Deus ex machina que protagoniza Tetis al final de la obra para solucionar algunos pequeños fallos de la trama y concluir la misma; y, en segundo lugar, también representa así la superioridad de los dioses ante los mortales. Sin duda, todo un acierto.

De la interpretación de los actores cabe destacar la convincente actuación de Hermione, en su papel de mujer frívola y artificial, así como la coordinación del coro, que consiguió hacerse entender, en parte, gracias a ser más reducido de lo normal. Pese a ello, sigue siendo todo un mérito. Tampoco dejó nada que desear la puesta en escena del Deus ex machina, cuando las cuatro Nereidas se colocaron una en cada esquina del altar, cubriéndose con una red y dejando en medio a la diosa marina, que con gran dicción dio el discurso final. Sin embargo, fue desafortunado el papel de Andrómaca, cuyo dramatismo resultó demasiado impostado.

La indumentaria, sencilla, ayudó a recalcar ciertos matices de la obra, como por ejemplo, la desgracia que acecha a Andrómaca (vestida de luto), desde la pérdida de su marido Héctor y su hijo Astianacte, hasta sus reiterados enfrentamientos con Hermione, en su nueva condición de esclava; o en el caso de Hermione, que en un principio iba calzada con unos coturnos, que después se quita para mostrar la vulnerabilidad de su situación, después de que su padre, Menelao, se diera por vencido en el agón contra Peleo. En el coro también hubo un cambio significativo en su vestuario, ya que después de la muerte de Neoptólemo, añadieron un velo negro.

Para la música todo son halagos. Espléndida en su cometido de acompañar y darle énfasis a las situaciones que lo requerían. Su momento cumbre, probablemente cuando apareció el cuerpo inerte de Neoptólemo.

En conclusión, nada más que añadir salvo que quedé realmente impresionada al saber que tal escrupuloso trabajo fuese realizado mayoritariamente por alumnos de secundaria y bachiller que dedican su tiempo al teatro por puro amor al arte.






Núria de la Puerta Constante, 4ºA

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