CRÓNICA DE UN VIAJE A OREGÓN
Todo comenzó un día que llegué a casa después de clase y mi madre
me propuso un viaje a Oregón de dos meses a modo de intercambio. Lo
primero que pensé fue: ¿Oregón? ¿Dónde está ese lugar?
Al
comprobar en “Google Maps” la localización de ese estado me
asusté de lo lejos que paraba. Al principio no quería ir porque no
tenía experiencia en intercambios y temía lo desconocido. Pero con
el tiempo, lo medité detenidamente y me di cuenta de que podía ser
una gran oportunidad para mí. A medida que se acercaba el gran
viaje, mis nervios aumentaban de manera exponencial junto a los de mi
mejor amigo, que me acompañaría a lo largo de toda esta
experiencia.
El
viaje se me hizo extremadamente largo. En realidad solo pasó un día
entre la salida desde Valencia hasta la llegada a la capital de
Oregón (Portland), Pero a mí me daba la sensación de haber pasado
semanas entre aeropuertos y aviones de todo tipo. Primero partimos de
Valencia hacia el aeropuerto de Barajas en Madrid, donde tomaríamos
el avión hacia Chicago, y de Chicago hasta Portland. Ya en Portland,
nos esperaba un autobús hacia la ciudad de Corvallis, donde se
encontraba el centro. Recuerdo que estaba tan cansado que no tenía
noción del tiempo ni del espacio, por lo que el encuentro con las
familias de acogida no fue de lo más excitante en ese momento.
Afortunadamente, la familia de mi mejor amigo no podía ir a
recogerle esa noche y él tuvo que pasar la noche en la casa de mi
“familia americana”.
Al
día siguiente, mi amigo y yo nos levantamos muy tarde. Después
salimos y desayunamos con la familia, y esta vez, con más
consciencia de nuestros actos, pudimos conocerla y hablar con ella.
La familia que me correspondía (la familia “Potter”) era
encantadora, y especialmente simpática. Al principio me mostré un
poco tímido y mi comunicación con ellos se basaba en simples
monosílabos, pero con el tiempo la confianza iba creciendo y pude
sentirme a gusto hablando abiertamente con ellos.
La
rutina que seguía en Oregón a lo largo de la semana me gustaba
mucho al principio porque era muy semejante a lo que yo veía en
películas americanas. Cada mañana cogía el típico autobús
escolar amarillo que paraba en frente de mi casa y tardaba 45 largos
minutos en llegar al instituto. El horario de clases era exactamente
igual todos los días: Agricultura, Ciencias Animales (una
especie de Ganadería donde nos especializábamos en vacas),
Introducción al Cristianismo, Entrenamiento de pesas…. Terminé
acostumbrándome con el tiempo a recibir lecciones de álgebra y
literatura universal en inglés, pero puedo asegurar que al principio
estaba muy confuso. Cabe destacar que el ambiente americano que se
generaba allí era impresionante, como si estuviera todo el tiempo
dentro de una película.
En
numerosas ocasiones jugó el equipo de fútbol americano del
instituto y fuimos todos a verlo, sin duda fue espectacular. En la
ciudad de Corvallis existía un equipo de fútbol americano
perteneciente a la universidad del estado de Oregón y se hacían
llamar “Beavers”, en castellano Castores. Agradezco a mi familia
de acogida que me llevaran a ver dos partidos de los “Beavers” en
su campo de fútbol a lo largo de mi estancia allí, aquello era
extremadamente grande y había mucha afición por las calles de
Corvallis animando al equipo durante los partidos.
Paco,
que fue el organizador en España de este viaje, programó numerosas
excursiones por todo Oregón para nuestro grupo. Visitamos la costa
de Oregón, famosa por sus formaciones de roca en el mar y las focas
y ballenas que habitan en ese lugar. También fuimos a la capital,
una ciudad hermosa llamada Portland, donde pudimos apreciar todo tipo
de cultura americana que se respiraba en el ambiente. Allí pudimos
presenciar un famoso partido de la NBA en un pabellón de baloncesto
gigante. Yo no sigo mucho el baloncesto, pero aun así me pareció un
evento digno de ver.
Aparte
de todas las actividades que hacíamos en grupo los españoles, mi
familia me llevaba a sitios exóticos de distintas partes de la
ciudad y a veces hacíamos salidas largas los fines de semana.
Una
vez me llevaron a una isla que se encuentra en la parte sur del
estado de Washington, “Anderson Island”.
Curiosamente,
toda la familia de Shauna (la Sra. Potter), se encontraba en esa
isla y vivía allí todo el año. Conocer a toda la familia me llevó
su tiempo, pero desde el primer momento me pareció una familia
encantadora. Por cierto, pasaban gran parte del día jugando al golf.
Unas
semanas más tarde me llevaron a una ciudad en Washington llamada
Seattle, en la costa oeste. Era una ciudad moderna, y en su parte más
antigua se encontraba un grandioso mercado muy importante para ellos
y el primer Starbucks que abrió en el mundo.
Ha
pasado un año desde entonces. Para mí ha supuesto una gran
experiencia de vida que me ha hecho crecer como persona. Viajar nos
abre la mente, nos cultiva, hace que seamos más tolerantes ante lo
desconocido. Si tenéis alguna oportunidad de descubrir nuevo mundo,
no se os ocurra desperdiciarla.
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