1 Premio Concurso literario Grupo A: Nunca volvería a vivir algo semejante
Esta
historia se sitúa en aquel frío invierno de 1945. Los alemanes
estaban con el agua al cuello y el ejército estadounidense estaba
más cerca de pulverizar la armada alemana. Yo, un joven chico de 20
años, recién alistado a la marina estadounidense me encontraba en
una situación inhumana allá en las trincheras. Por aquel entonces
yo era un muchacho afroamericano muy débil, de cara exprimida y pelo
azabache. Tenía los ojos negros como el carbón y una barba de poco
tamaño. El momento en el que esta historia dio un giro inesperado fue cuando el sargento Mills anunció que el pelotón infiltrado
entre las tropas alemanas dio información de que era cuestión de
tiempo el declive del ejército germano. Por lo tanto, era momento de
atacar con todo: tanques, apoyo aéreo, ejército de tierra… Mis
superiores me ordenaron que me preparara para una incursión a la
capital, Berlín. Teníamos pensado ir con todo por delante sin mirar
atrás y acabar con esto de una vez por todas, gran error. Habían
descubierto nuestro pelotón infiltrado y nos estaban esperando con
artillería pesada, fue una masacre. Vimos a los soldados
infiltrados colgados, no sabíamos qué hacer.
Entonces
apareció un soldado alemán y me dejó inconsciente golpeándome
fuertemente con la culata de su fusil. Me desperté unas horas
después en una habitación junto a unos compañeros míos que
estaban casi en la misma situación que yo. Nos sometieron a un
interrogatorio muy duro, pero ninguno de nosotros dijo nada.
-Patrick, no digas nada de información a estos asquerosos soldados alemanes-. Le
dije a mi compañero.
-Tranquilo
Eric, aguantaré-. Me respondió.
Llegó
un momento en el que se cansaron y pensaron que no les valía la
pena estar ocupados sólo por información sobre nuestras tropas,
entonces decidieron ir ejecutándonos uno a uno. Fueron los peores
diez minutos de mi vida, vi como asesinaban uno a uno a mis
compañeros. Era mi turno y vi toda mi vida pasarme por delante
mientras ellos reían a carcajadas, cuando de repente aparecieron
cinco soldados estadounidenses gritando y apretando el gatillo con
toda su rabia. Venían a salvarme.
-Tranquilízate,
ya estas a salvo Eric-. Me dijo el capitán.
-¿Hemos ganado, esto se ha acabado?-. Le pregunté con ansias.
-¡Sí,
ya se acabó este infierno!-. Me respondieron los demás.
-Nunca
volvería a vivir algo semejante-. Pensé aliviado.
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